miércoles, 14 de mayo de 2008

Crónicas de una noche alocada

Aún recuerdo el primer huerto como si hubiera sido ayer, y digo huerto porque aun no era conocido como huertazo. La gente -me incluyo- aun no entendía cómo funcionaba la cosa, éramos perfectos extraños que se conocían -conocidos desconocidos-. Sólo se sabía que algo importante estaba cocinándose en esa remota casa,se respiraba en el aire, en la atmósfera, como los hippies en los años 60 cuando, sin saberlo, inventaron Woodstock.
Continuando con el relato, la gente poco a poco iba perdiendo sus inhibiciones, se comenzaba a oir un murmullo cada vez más constante y creciente, algo que en un principio parecía un cúmulo de silencios incómodos fueron rellenándose gradualmente gracias a la contribución infaltable de nuestra amiga la "boteyyyyya", como diría Marsabrosa. Y luego, inconscientemente, ocurrió lo más sorprendente de todo: se creó un espíritu colectivo, una especie de ente abstracto que hacía que aunque fuera por unas horas, nos lleváramos como si nos conociéramos de toda la vida. Declaraciones de todo tipo: desde el típico "Cuando te conocí pensé que eras asi o asa" hasta "Esto hay que repetirlo" o incontables abrazos conciliadores. Lo lindo de toda esta cuestión fue la complicidad que se creó, esa especie de karma que nos hizo sentirnos cómodos, receptivos, nada inhibidos y extasiados de alegría y felicidad.
En resumen, si me tienen que preguntar cuál fue el mejor de los huertazos, creo que he dejado claro que me quedaría con el primero, no por menospreciar a los demás que fueron excelentes, sino porque el encanto del primero radicaba en que las reglas no estaban establecidas, las estábamos conformando nosotros a medida que avanzaba la noche, no había nada escrito, estábamos estableciendo, sin saberlo aun, normas y pautas que se convertirían más tarde en pequeños rituales y tradiciones que luego se utilizarían en los huertazos sucedáneos. Estábamos haciendo historia y lo más irónico del asunto es que no lo sabíamos. Ni siquiera el nombre definitivo se había inventado, y eso era lo que más encanto le daba a la situación.
A pesar de todo esto que dije, no quiero decir que no haya más huertazos, noo!! Eso jamás!! Por mi que haya hasta el 100 o 200 y que si es necesario, le pasemos la contraseña de este blog a nuestros hijos y hereden ellos todo nuestro legado, solo quería rememorar los buenos recuerdos y sensaciones que me dejó el primer y único "huerto".

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